sábado, 18 de mayo de 2013

No hay amor que valga

Latin lover ,por Antonio de la Orden © 2012



No hay amor que valga si no estás cerca.
A mí ya no me vale el amor como idea,
como una forma de pensamiento
que llega a consolar.
No,
el amor como recuerdo o imagen
que apenas alcanzamos con los dedos
no consuela,
no suple,
no alimenta.
De qué sirve, pues, venerar
un sentimiento que no puede
rellenar la ausencia;
¿acaso es posible llenar con pedazos
que ni existen de ti estas formas
vacías que me atormentan?
¿Acaso dos cuerpos
se complementan en el aire,
como pájaros cuyo horizonte
nadie advierte?
No. No quiero para mí
románticos conceptos
sin sustancia,
y que viven solamente
de los resoplos de la resignación.
Que se conformen otros,
que amen otros ese amor carente
de amor verdadero,
que abracen otros ese amor carente
de abrazos,
o que mueran otros por una muerte tan muerta.
Ya quedo yo, para morir de una muerte tan viva.

Adalid Nievas

7 comentarios:

  1. El autor de estos versos, Adalid Nievas, era un bachiller de último curso el año en que yo aterricé en el IES Ramon Coll i Rodés. Hoy, Adalid está a pocos días de ser un brillante licenciado en filología hispánica.

    Hace una semana, este pronto filólogo pasó a verme por el departamento de lengua castellana y me regaló un número de la revista literaria Albores, un interesante y creativo opúsculo nacido merced al esfuerzo tanto del propio Adalid como de Sergio Moreno, un compañero suyo de facultad. Le agradecí el gesto en lo que vale, es decir, muchísimo, y le pedí permiso para declamar en clase recitando un poema suyo extraído de la revista, un poema que, a la postre, fue este que ahora puede leerse en esta entrada.

    Tras la declamación, surgieron algunas dudas entre los bachilleres, se pronunciaron algunas inquietudes y se suscitaron diversas interpretaciones. Por ello, quise recordar lo que, a principio de curso, ya había advertido: leer un poema no es leer, sin más, pues, lirismo mediante, en la lectura de un poema la comprensión retrocede ante la emoción. Un buen poema lírico —y "No hay amor que valga" lo es— es el que nos emociona, el que nos traspasa cimbreándonos el alma. Un buen poema lírico no nos deja indiferentes, logra provocar en nosotros un cambio anímico, leve o profundo; dice poco y sugiere mucho; nos hace sonreír, torcer el gesto o llorar. Si, además, entendemos lo que en él se dice..., ¡genial! Si, además, eso que hemos entendido es lo que quería decirnos el autor..., ¡milagro! Juan Ramón Jiménez, a la salida de unas jornadas sobre su obra poética, interpelado por un periodista, confesó estar asombrado por la cantidad de cosas que, insospechadamente, decía en sus versos.

    Sentadas, pues, estas bases, nos lanzamos al vacío de la exégesis poética, de modo que hubo quien interpretó la voz poética como una voz enamorada, a la vez que hubo quien interpretó todo lo contrario. Pareció quedar clara, eso sí, la disyuntiva entre las dos clases de amor: el aprendido y el vivido, el aletargado y el vívido..., el muerto y el vivo.

    La clase de historia de la literatura fue, el otro día, mucho menos historia y mucho más literatura.

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  2. Estimado Juanjo,

    gracias, ante todo, por compartir con tus bachilleres un poco de mi poesía. Ya es mucho más de lo que esperaba con estas publicaciones.

    Como lo que a mí me gusta es hablar de literatura, iré al grano: es cierto que si conseguimos hallar el sentido que quiso expresar el autor con su escrito ya podemos darnos por satisfechos. Ahora bien, cabe intentar, a mi juicio, ir siempre más allá, y no quedarnos atrapados en el parecer del escritor. Ceñirse enteramente a su palabra puede suponer una gran limitación, que, según pienso, restringiría nuestras posibilidades de enriquecer aún más el texto. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de glosar la composición mediante comentarios, ya sean más o menos certeros. Estoy seguro de que la controversia que puede suscitar un poema garantiza su vigencia.

    Lo que yo pudiera decir en torno a mi poema no ha de invalidar ninguna de las opiniones que hayan surgido. Dicho esto, lanzo también mi propia opinión sobre "No hay amor que valga..."

    Es un poema más bien reciente (escrito con 22 años), y sí, está escrito estando el poeta enamorado (o, al menos, lo que se entiende convencionalmente por "estar enamorado"). Este paréntesis ya debería dar algo de qué hablar; me explico: ¿cuándo se está enamorado? ¿Siempre? ¿Al principio de la relación? Si la relación va cambiando,¿se pasa de un "estar enamorado" a otro estado que también asociamos con el amor, pero ya no de la misma manera? Preguntas con demasiadas respuestas, tal vez, o tal vez ninguna. En cualquier caso, la clave -creo- puede encontrarse en el primer verso y en los dos últimos. "No hay amor que valga si no estás cerca". El advervio es deliberado, e importantísimo. El amor que yo quiero es un amor próximo, cercano, es decir, empírico. El amor por el que el yo poético apuesta es un amor que se toca con los dedos, y no un amor hecho de ideal. El amor en la distancia, inalcanzable, no le interesa para nada a nuestro yo poético. Cabe, quizá, prestar atención a que no es lo mismo "morir POR una muerte tan muerta", que "morir DE una muerte tan viva". Para el poeta, morir por un ideal, es mero romanticismo, y éste, por mucho que pese, el yo poético lo menosprecia; cree que las figuras etéreas, son demasiado etéreas como para producir dolor, de ahí que estén como muertas. Sin embargo, prefiere el poeta morir DE una muerte tan viva, ya que ésta es la que de verdad se siente, la que producen las amores reales, vivos, de carne y hueso.

    No sé hasta qué punto me es permitido explicar lo que acabo de explicar. Supongo que yo lo decido.

    Antes de despedirme, insisto: lo que acabo de comentar no es más que una opinión, que para nada ha de estar por encima de las otras, por mucho que digan.

    Gracias de nuevo por el interés mostrado. Es apasionante adentrarse en los misterios de la literatura, y muy de agradecer el abandonar de vez en cuando todo el bloque teórico que la Historia de la literatura carga sobre nuestras espaldas.

    ¡No se puede hablar de literatura sin leer literatura!

    Un saludo a todos.

    Adalid

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    1. Me alegra que pases por aquí Adalid. Acaso la presencia del autor anime el debate literario y convierta este rincón de comentarios en una suerte de foro poético. Me consta, de todas formas, que hay ya quien está preparando, negro sobre blanco, sus preguntas o reflexiones.

      Corroboran tus palabras la impresión de JRJ acerca de haber aprendido tantas verdades que, sin haberlas escrito él conscientemente, otros habían sabido leerlas en sus poemas.

      Y me callo. Al menos, momentáneamente, a la espera de que otros vengan a decir la suya, y desde la convicción de que no he dicho aún la última.

      (Recuérdame que algún día te preste "La llama doble", de Octavio Paz).

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    2. Ante tu insistencia he decidido arriesgarme y comentar.

      Me ha llamado la atención esta parte:
      "De qué sirve, pues, venerar
      un sentimiento que no puede
      rellenar la ausencia;
      ¿acaso es posible llenar con pedazos
      que ni existen de ti estas formas
      vacías que me atormentan?"
      Y eso me ha llevado a la reflexión siguiente:
      Efectivamente, la ausencia no se rellena con el sentimiento, se rellena por quién provoca este sentimiento. Pero lo más interesante son las reflexiones implícitas en la pregunta retórica. Si hay ausencia no se puede rellenar con imaginación ese hueco, porque por el sentimiento eso sería insuficiente; y venerar el sentimiento no es satisfactorio porque el fin perseguido no es sentir estar enamorado, sino amar. Venerar el sentimiento es engañarse (como dice el poema, no sentir amor verdadero).

      Bueno, una de mis opiniones/reflexiones del poema. Supongo que cada cual tendrá sus propias conclusiones.

      Como dice la Biblia da y recibirás. He hallado una paradoja para mi recopilación: "Ya quedo yo, para morir de una muerte tan viva."

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    3. ¡Bravo, Lautaro! Supongo que he de esperar encontrar incluida en tu próxima entrega de ejemplos retóricos la paradoja que citas. La alojaré encantado en nuestro site de retórica.

      Por lo demás, tu reflexión es muy acertada. Si el fin perseguido es sentir estar enamorado partimos con demora y hacia una meta fallida.

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  3. Soy partidaria de que cada persona debe darle a un poema su propia interpretación; aún así, se me quedó una duda al releer este fragmento: <<¿Acaso es posible llenar con pedazos / que ni existen de ti estas formas / vacías que me atormentan?>>. Con estos versos, ¿el autor quiere decir que, cuando una persona no está cerca y la idealizamos, la creamos tan perfecta en nuestra mente que incluso le atribuimos cualidades que ni siquiera posee la persona amada?
    Estoy de acuerdo con las opiniones anteriores, aún así llevaba intentado poner en el foro, desde hace bastante tiempo, esta pregunta que más bien es una opinión.

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    1. Ciertamente, Meritxell, hace días que tu comentario debería haberse podido leer aquí. Lamento la demora. Yo creo que la perfección no existe más allá de nuestro anhelo de perfección. Varios son los poetas que han sabido versificar la verdad de que el ser amado es mejor en el recuerdo que se tiene de él que en la realidad compartida con él. No menos cierto es, sin embargo que varios son también los poetas que han cantado a la imperfección que humaniza al ser amado, a la imperfección, incluso, que nos obliga a enamorarnos. De todos modos, creo que cabe interpretar estos versos que citas a la luz de los inmediatamente anteriores: "De qué sirve, pues, venerar / un sentimiento que no puede / rellenar la ausencia". Las ideas se construyen en quiasmo, pero son las mismas:

      Venerar un sentimiento = Formas vacías que me atormentan
      Ausencia = Pedazos que ni existen de ti

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