viernes, 5 de abril de 2013

Selección de microrrelatos

Dibujo del propio Augusto Monterroso para ilustrar su microrrelato © 1959

El dinosaurio, de Augusto Monterroso.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
El emigrante, de Luis Felipe Lomelí.
— ¿Olvida usted algo?
— Ojalá.
Calidad y cantidad, de Alejandro Jodorowsky.
No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.
(Sin título), de Gabriel Jiménez Emán.
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.
La oveja negra, de Augusto Monterroso.
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
 Hablaba y hablaba, de Max Aub.
Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
Carta del enamorado, de Juan José Millás.
Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez.
El emperador de China, de Marco Denevi.
Cuando el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial, nadie se dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus órdenes. El único que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre ambicioso que aspiraba al trono. No dijo nada y ocultó el cadáver. Transcurrió un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin, Wang Mang mostró al pueblo el esqueleto pelado, del difunto emperador. ¿Veis? —dijo— Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el emperador.
El pueblo, complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan perfecto como su predecesor y la prosperidad del imperio continuase.
Este tipo es una mina, de Luisa Valenzuela.
No sabemos si fue a causa de su corazón de oro, de su salud de hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno y lo está explotando. Como a todos nosotros.
El gesto de la muerte (adaptación a cargo de J. L. Borges, S. Ocampo y A. Bioy Casares de un famoso apólogo).
Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
—¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
—Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
—No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.
La manzana, de Ana María Shua.
La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de gravedad.

3 comentarios:

  1. Me han encantado los microrelatos. Y la imagen de Monterroso me parece preciosa.

    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que te haya gustado, Carmen. Este año, en la modalidad de microrrelato que se contempla en el tradicional concurso literario de Sant Jordi, la comisión lingüística de nuestro centro ha decidido que la composición ha de tener un máximo de cien palabras y a de contener la siguiente idea: "En aquel momento decidió que, cuando volviese a verlo/verla, le sonreiría". Aunque las bases del concurso impiden que puedas presentarte por no estar matriculada en el instituto, si te animas, Carmen...

      Besos.

      Eliminar
  2. :) Gracias

    Besos, me tendré que matricular ;)

    ResponderEliminar